El título puede parecer un poco exagerado, mas es eso que estoy experimentando en este tiempo, desde que descubrí la enfermedad. Soy João Paulo, seminarista misionero del Seminario Arquidiocesano Redemptoris Mater de Santo Domingo. Soy de Brasil y ya tengo casi ocho años viviendo aquí. También ya estuve de misión en Haití y Moca.
En el inicio de este año descubrí que tengo cáncer. Al inicio, no quería aceptarlo. Cuando me pidieron la biopsia, me asusté. Aún tenía esperanzas de salir negativo; soy joven, saludable, eso solo ocurre con los demás, conmigo no puede ocurrir, es lo que pensaba. Mas sentía a la vez algo dentro de mí que Dios me pedía más y quería hacer algo diferente conmigo. Incluso, di un nombre para mi tumor: mi “pequeño tiburón”, porque el cáncer me hizo moverme mucho, como un tiburón hace con los peces.
Cuando supe el tipo que cáncer, quedé muy triste e asustado, por saber que era un tumor maligno y agresivo. El médico dijo que era manejable, pero sería fuerte el tratamiento. Él dio un tiempo para pensar. También estaban el costo; ya había gastado mucho dinero con los análisis, estudios, etc., y ahora tenía que buscar para las quimios y los medicamentos; no eran baratos; y yo sin seguro médico, más complicado tenía la situación.
Me acuerdo muy bien que me tomé dos días, que parecieron los más largos de toda mi vida, para pensar la situación y tomar una decisión. Por primera vez estaba siendo probada mi fe, si confío en Dios o no; si estoy dispuesto a sufrir un poquito como Él sufrió por mí. Cuando pregunté al médico el motivo de todo eso, así me respondió: “no hay un porqué; hay que aprender a vivir con eso y seguir adelante”. Dijo lo mismo que mis formadores. Descansé al escuchar eso. Vi que era de la voluntad de Dios, un regalo de Él para mí como la vida misma es un regalo de Dios. Fue la primera noche que dormí tan bien después de meses. Fue eso que me dio fuerza para el día siguiente marcar la fecha de la primera quimio.
Hoy continúo con las quimios, y no sé cuántas serán. Estoy cambiando mucho en tan poco tiempo, y me asusto por eso; pero a la vez me lanzo en todo este proceso. Vivo el momento, como se fuera el último. Está siendo un tiempo de gracia para mí. Nunca me han faltado los medicamentos y el dinero para pagar las quimios: Dios provee todo en su momento. Dios se vale de personas concretas, de hermanos, de amigos, de los seminaristas y de los formadores, que me prestan todo el soporte y el servicio necesario en este tiempo. Hoy comprendo a los enfermos. Me solidarizo junto con ellos.
Me sorprende la cantidad de oraciones, de todo el esfuerzo tanto del equipo médico como de todo el seminario por mí. ¡Es gratificante ver y saber que todos están torciendo, rezando por mí! ¡Dos países a la vez! Nunca imaginé que tenía tantos amigos, tantas personas que me quieren bien. ¡Me siento mimado por Dios y por todos! Y eso no es un masoquismo, no es que me gusta sufrir, ¡No! Sino porque Él está haciendo todo estupendamente bien. Dios realmente sabe qué hacer conmigo. Doy las gracias a todos por estar conmigo en este tiempo. Cuento con las oraciones de todos.
Rezad por mí.
Seminarista Joao Paulo De Souza