Homilía Dominical 17 de Junio 2018

Queridos hermanos, la liturgia de este domingo XI del Tiempo Ordinario, nos presenta, en primer lugar, la profecía de Ezequiel (Ez 17, 22-24), la cual está dirigida al “resto de Israel”, un pueblo humilde y reducido al volver del exilio de Babilonia que había de ser hogar de los pueblos poderosos en tiempos del Mesías.

Es una profecía de esperanza para un pueblo que ha sufrido una esclavitud terrible en Babilonia. Esta esclavitud es figura de todo tipo de esclavitud en la que el demonio mete al ser humano. El hombre de nuestro tiempo vive momentos de desesperanza, donde parece que todo está perdido, que ya no se puede hacer nada por nadie, que no tiene sentido hacer el bien y por ende piensa que la solución es alejarse de Dios y jugar, entonces, a ser dios de su vida y de su historia. Mientras más intenta “vivir” más esclavitudes aparecen.

Este hombre puede ser tú o yo. Hoy necesitamos escuchar a Dios, necesitamos que se nos predique una palabra que nos dé esperanza, que nos haga salir de nuestras esclavitudes profundas, que nos ayude a seguir adelante haciendo la voluntad de Dios, que nos ayude a volver al Señor. Es necesario entones dejar que Dios vaya haciendo la obra en nosotros, como bien nos dice el evangelio de hoy (Mc 4,26-34). Es el Señor que va haciendo todo en nosotros, nos va liberando de tantas esclavitudes y nos va devolviendo la esperanza.

Se nos presenta hoy, en dicho evangelio, una semilla que se siembra y que día y noche va creciendo sin que se sepa cómo, en silencio y de forma casi desapercibida. Cuando llegue el momento, la espiga habrá granado y la cosecha será una feliz realidad. Es una figura de lo que puede ser nuestra propia vida. Puede que parezca algo sin sentido hacer el bien en esta generación, uno se puede preguntar: para qué hacer lo bueno si nadie agradece nada, si todo el mundo va a lo suyo?.. Entonces es bueno que sepamos y que pensemos que ni un solo acto hecho por amor de Dios quedará sin recompensa. Hasta la más pequeña de las semillas alcanzará, si se siembra, el gozo de su propio fruto.

Por eso hermanos, la invitación es a no alejarnos del Señor por más difícil que se tornen las situaciones nuestras o de nuestro entorno, a confiar en él (2Cor 5,6-10), a saber que no todo está perdido, que es bueno dar gracias al Señor (Sal 91). Si hemos perdido la esperanza, hoy Dios quiere hacer que lo miremos a él, él es nuestra esperanza, nuestra paz. Solo es posible dar fruto si estamos unidos al Señor. No nos cansemos de hacer el bien.

Que Dios y la Virgen te bendigan hoy y siempre, junto a los tuyos

Rev. P. Sandy Ramírez